Arte-facto: de la simulación a la farsa

Para muchos, la pandemia no sólo modificó la circulación y socialización del arte, sino que también implicó una reconfiguración del mismo, un “giro de tuerca”, sin mucha claridad en ese momento sobre cómo sería encarar y buscar salidas a un descalabro no vivido. No sin temores en torno a ese importante y lucrativo campo de la producción cultural y simbólica, cambiarían los sistemas relacionados con cada uno: el arte visual y sus instituciones –desde las “sacrosantas” hasta las alternativas–, la industria cinematográfica y sus mecanismos, la música con sus espacios y estructuras de giras y conciertos, las artes escénicas –ballet, danza, teatro, o sus formas combinatorias–, hasta la industria literaria, no así su producción, se vería afectada en un lapso de recogimientos voluntarios o forzados, individuales o grupales. Y tanto una expresión como otra, se vieron afectadas por bancarrotas, cierres, reclusiones y reinvenciones de sus estrategias de sobrevivencia.

Zona Maco es uno de los tantos ejemplos de la crisis actual del arte. En nombre de «lo contemporáneo» prevalece una mala calidad y pobreza de todo tipo. Es de esas pasarelas de vanidades repelentes. FOTO: ISABEL MATEOS /CUARTOSCURO.COM

En lo que concierne a las artes visuales, y me atrevo a extenderlo a las otras formas de expresión artística, las plataformas tipo Ferias, Bienales, Trienales, los jugosos lobbies en torno a las casas de subastas, las rimbombantes colecciones protegidas por fundaciones o museos, por espacios culturales privados o públicos, todos los niveles de divulgación física del arte, se vieron forzados a cambiar tácticas… como mucha sociedad a donde el efecto pandémico llegó.

Y al ser en casi todo el orbe, incluso donde ni se piensa en arte, o se desconoce bastante sobre el mismo, la histórica expresión simbólica, lingüística, estética, de hondura perceptiva y cognitiva, que es el arte como resultado de la fusión trans-histórica entre la virtud del saber hacer, ese know how instrumental para abordar cualquier morfología artística, y la capacidad de construir contenidos interesantes, si no trascendentes, desde un peculiar y auténtico sentido de la creación en los niveles lingüísticos, aun poéticos; reitero, este ejercicio de expresión fue sujeto de presuntas transformaciones, actualizaciones, cambios estratégicos por quienes rigen la institución Arte y sustentan a tan provechoso negocio que es el arte desde la época renacentista.

MÉXICO, D,F.- Es más importante mostrar que uno estuvo para la foto, no si hay o no calidad en el arte. Zona Maco. FOTO: ISABEL MATEOS /CUARTOSCURO.COM

Por diversos factores, especialmente los referidos antes, el arte visual –tal vez a diferencia de otros– no fue en realidad un campo afectado desde 2020 hasta la actualidad: porque realmente está inmerso en un proceso crítico desde hace muchos años, salvo contados ejemplos de obras y artistas que sobresalen.

El arte visual se ha llenado de tan mala práctica, de tan triviales producciones, que parece un basurero del ego. Es el depósito de mucha mediocridad aplaudida como algo “único” –cuando “lo único” está en crisis desde las bases mismas de la modernidad, y ahí, para mi goce, el ready made u objet trouvé duchampiano, aunque Marcel no fuera el autor real de estas estratagemas, abofeteándonos la cara desde comienzos del siglo XX y, junto con otros experimentos hasta la actualidad, preservando algo de valor para los tiempos presentes y por venir−.

La institución Arte misma, con sus niveles intermedios de mediocres, exégetas, aduladores, vestidos como profesores, académicos, críticos o curadores, con su mafia de lavadores de dinero en torno a dealers, marchantes, coleccionistas, filántropos,… farsantes, simuladores, engañosos seres que encubren desde “la sensibilidad al arte” sus reales obsesiones por ganar y ostentar dinero, nos quieren hacer creer que lo transgresor en el arte, hoy, son esos tantos ejemplos de un arte –llamémosle así mientras tanto− construido como escándalos que no son tales, sino resultado de operatorias para hacer creer a la sociedad estar ante un hecho “disruptor” que en realidad es masaje correctamente político, moldeado para los intereses que corren tras las bambalinas de una escenografía del arte que hoy no gusta del terrorismo simbólico –sintomático de la gran crisis general que vivimos a nivel mundial− y más bien se propone dulcificar, suavizar, cosmetizar, bajarle la gravedad crítica, disminuir el ruido o lo que estremece en este sistema tambaleante que vive el mundo, a algo que se promueve para posicionar el negocio tras esta “era del espectáculo” que se vive desde hace más de cinco décadas.

La pobreza en la expresión artística, síntoma de casi todas las Ferias de arte y de la mayor parte de lo que hoy se expone y legitima. FOTO: ISABEL MATEOS /CUARTOSCURO.COM

Porque la falta de autenticidad, de esa “peculiaridad creativa”, el adelgazamiento de esa fascinante madeja semántica que ha hecho del arte visual una zona de juegos sensoriales, emocionales, intelectuales, desde el lenguaje y la disrupción con el mismo –ora por poético, ora por antisistémico o antiestablishment, aun por liberador de muchas de nuestras ataduras como seres–, eso y mucho más parece diluirse, y ese fuero ha impulsado al arte como ejercicio emancipador de, al menos, un segmento sensible de la sociedad: esa avanzada que ha hecho del arte visual y de todas las artes una antena epocal y un termómetro de las situaciones vividas, los abismos, los misterios y las ensoñaciones que también nos conforman como seres humanos.