¡AI güey wey!
Cuestiones sobre Inteligencia Artificial
Tememos que algo nos sobrepase, nos domine, nos subordine. Tal vez no todos sintamos esto, pero mayormente sucede así. Por supuesto, siempre habrá quienes se pongan a salvo o estén tras las bambalinas de ese temor, aumentando, infestando a los demás con ese pánico.
Es cuestión de posiciones en el juego vital del poder, sea cual sea. Sobre todo cuando se trata de lo que se considera la punta de lanza de la civilización como la hemos comprendido: el predominio de lo superior sobre lo inferior, del más fuerte sobre el más débil, de quien ostenta y ejerce poder y quien no lo posee.
Y entre otros poderes, la tecnología hoy. Esa que nos hace ver como algo nuevo lo que es antiguo, sólo que actualmente, en su combinación con procesos artificiales (creados por la humanidad) que se organizan y pueden funcionar con independencia de nuestra presencia y de nuestra conciencia, tienden a asustar en la medida que acusan una autonomía, casi una independencia si se quiere, de los procesos respecto a nuestra injerencia en ellos.
Ahí uno de los temores nuestros: que se nos vayan de las manos las posibilidades de controlar, si no regular, la irrupción tecnológica que parece desmedida en un mundo tan desproporcionado como el que vivimos hoy. Otro de los temores se relaciona, en consecuencia, con la seguridad de sociedades, regiones, países, pero esto responde a una concepción que gradualmente será más débil, en la medida que la noción de países o naciones (hoy exacerbada dentro de la ola reaccionaria que vive la humanidad desde comienzos del siglo XXI) irá desapareciendo y desplazando a este viejo orden que patalea moribundo frente a un nuevo orden.
Realmente uno de los principales problemas hoy está enfocado en cómo la irrupción tecnológica, con la llamada Artificial Intelligence como centro mediático, que tal vez esté encubriendo otros procedimientos más complejos, puede aumentar la desigualdad social e internacional. Y no se deja de tener razón en torno a la I. A. −por su sigla en español−, porque siempre tendrá, al parecer, un margen de error que genere procesos defectuosos, o alteraciones con efectos negativos en diversos niveles, desde esos niveles regionales, sociales, hasta en el plano individual.
Es importante, ante tanto devaneo mediático, resaltar que la Inteligencia Artificial es una combinación de disciplinas y facultades intelectuales devenidas en conocimientos que se modelan por sistemas de tecnología aplicada como la informática. Estas modelaciones se concretan en algoritmos para crear artificios que imitan nuestra inteligencia aplicada a la realización de algo y se incrementa a la vez que supone una evolución cualitativa gracias a la información que se le proporciona o, ya mediante programaciones creadas, se alimenta autónomamente de esa Data.
En última instancia la I. A., como extensión de nuestra creatividad para bien o para mal, no es infalible como la media de la sociedad piensa. Para empezar, la Inteligencia Artificial es un proceso hasta ahora de base digital, con una estructura decimal, binaria, que se pretende cuántica pero aún se encuentra en fase experimental, y la estructura binaria se sustenta en el 0 y el 1, por lo que no comprende las innumerables cifras que hay entre un número y el otro. Por lo tanto, es aún impreciso como nosotros mismos, sus creadores. Los algoritmos son extensiones de nuestras mentes creativas y por su naturaleza pueden fallar. Incluso porque para todo proceso práctico se necesita de una base material, ahora tecnológica, y ella está sujeta a otros agentes: consistencias de los materiales mismos, perdurabilidad y nivel de conservación de estos, resistencia a las diversas temperaturas, reacciones eléctricas de las bases donde se procesa todo algoritmo que luego deviene en resultado práctico.
Porque no podemos olvidar que vivimos en una época diferente, nueva y real, donde lo que virtualizamos en nuestro pensamiento, lo que modelamos cual arquetipo, se puede llevar a cabo de un modo más rápido y menos costoso respecto a cómo se encaraba la creatividad técnica, y posteriormente tecnológica, hace más de cincuenta años. Todo este salto acelerado de la humanidad ha trastocado algunas presuntas leyes hasta filosóficas, pero algo sí es notorio: sigue siendo una extensión de nuestros pensamientos, de nuestro acervo, de nuestra cultura. Y todo ello siempre conlleva un margen de error que incide en lo existencial.
Sólo como apuntes, todo lo que concierne a la llamada Inteligencia Artificial es parte de una obsesión muy antigua del ser humano, ya pensada desde siglos atrás, si no milenios. Y por tanto es parte de un lento y largo proceso. No es algo reciente, ni resultado exclusivo de algo que comenzó en las décadas anteriores.
Además pone de relieve la perenne problemática entre lo social y lo individual, entre lo público y lo privado, entre los espacios hegemónicos y los expoliados. Porque en medio está en juego el dilema por el control humano sobre lo que generamos, para evitar que, como otras invenciones nuestras, se nos revire y terminemos no ante un problema, sino ante una paradoja.