El polémico Bukele

Nayib Bukele arribó al poder en El Salvador el 2019. Cuatro años después, el controvertido Bukele asegura que el problema de la inseguridad ya está resuelto, que la gente puede salir sin miedo a las calles. Por ello, presume que su país es un ejemplo para el mundo respecto a cómo se debe afrontar al crimen organizado. No obstante, el mandatario salvadoreño arrastra cuestionamientos porque sus medidas coercitivas han violado los derechos humanos. Ante sus logros ahora prepara su reelección. 

Con una licencia de su función pública aprobada por la Asamblea Legislativa salvadoreña desde el 1º de diciembre de 2023 hasta el 31 de mayo de 2024, Bukele dejará su cargo presidencial durante medio año, con miras a su posible reelección en 2024.

Nayib Bukele. Discurso en su comienzo como presidente. 2 de Junio de 2019. Foto: Oficina de la Secretaría de Comercio de los Estados Unidos.

Mientras, el nombramiento de Claudia Rodríguez de Guevara, ha sido considerado inconstitucional por una parte del espectro político salvadoreño, pues la Constitución de la República prohíbe la reelección en al menos seis artículos. Bukele y su partido político, Nuevas Ideas, buscan transformar dicha constitución, entre los tantos cambios que han estado llevando a cabo. Bukele, ora populista, ora rupturista, otras veces radical, reformista e iconoclasta, es centro de numerosas críticas, pero también cuenta con un considerable apoyo por su gestión desde 2019 hasta la fecha. 

Crítico con la historia salvadoreña desde los años ochenta hasta hoy, no cree en los llamados Acuerdos de Paz, los considera una farsa y ha sido activamente crítico con las oligarquías tradicionales de su país; así como rompió con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), donde se formara políticamente, hasta su expulsión en 2017. De ese modo Nayib se propuso desde 2018, trabajar junto a una creciente mayoría y buscar consensos con otras alternativas políticas salvadoreñas para trascender el pasado, a pesar de ser el centro de miradas críticas.

Una patrulla del Ejército Salvadoreño en Santa Tecla, El Salvador. Julio 2022.

Revisemos hechos y procesos que expresan su gestión:

La emigración salvadoreña se ha reducido durante su gubernatura hasta un 90%. De igual forma las solicitudes de asilo. 

La política de seguridad y desarrollo ha sido cada vez más efectiva. Han aumentado las inversiones y el bienestar de la población salvadoreña. La sociedad en general se siente más segura y con mayor esperanza ante una creciente noción de porvenir que parecía inexistente desde comienzos del siglo XX, consecuencia de un largo proceso dictatorial que en los ochenta conllevó a una sangrienta guerra y luego a procesos de instauración democrática que nunca fueron plenos.  

Hasta 2019 la pobreza e inseguridad dominaban el país. Al punto de ser imposible moverse internamente por el control del crimen sobre la sociedad. La violencia y la muerte reinaban, como igual los negocios criminales y la corrupción de casi todo el sistema que realmente mandaba en la calle y sumía a la mayoría, junto con esa oligarquía de corte neoliberal imperante bajo la sombrilla de la democracia, en la pobreza, la falta de Estado de Derecho y la consecuente podredumbre sistémica de algo cada vez más corrupto y sin aparente solución.

Actualmente, la popularidad de Bukele es superior al 80% dentro de la sociedad salvadoreña. Sin embargo, a pesar de este respaldo interno, ha recibido duras críticas por parte del mundo occidental, que le señala la implantación de un estado de excepción, el cual ha sido objeto de controversia debido a las acciones llevadas a cabo por las autoridades contra las llamadas Maras, que han afectado tanto al país por décadas. Las medidas han generado un debate continuo sobre los derechos humanos y las estrategias empleadas para abordar esta problemática social tan compleja. 

Estado de excepción en El Salvador.

Porque la batida generada durante 2023 recuerda no pocos abusos cometidos durante los años de la guerra, un conflicto que no ha sido curado aún dentro del seno social salvadoreño y regional. Se revisan a las personas; los retenes se extienden por todo El Salvador, se buscan ciertos perfiles, sobre todo hombres jóvenes presuntamente relacionados con las pandillas criminales. Se habla de maltratos por parte de las autoridades, de muertos bajo custodia, torturas y condiciones inhumanas en las cárceles. Se comenta sobre la censura, persecuciones a los críticos del sistema de Bukele y su partido. Para unos es un estado de terror social. Con juicios masivos, por centenares, que para los críticos entorpecen el ejercicio de la defensa dada la magnitud de detenidos y procesados a la vez. 

En paralelo con el proceso, el gobierno de Bukele se apoya en un sólido aparato de comunicación y promueve una publicidad poderosa, llena de mensajes para el resto del orbe, o al menos de Occidente y sobre todo sus países vecinos, respecto de cómo sí es posible lograr la neutralización del crimen organizado y devolver a la sociedad un aliento de esperanza y tranquilidad necesarias. 

Para otros es un proceso radical con éxitos no alcanzados en el mundo contemporáneo. Con el aumento de la seguridad y el desarrollo El Salvador pasa a concretar, y no soñar más, una realidad posible con un liderazgo gubernamental evidente, aunque no sin excesos. Su política de tolerancia cero al delito ha transformado el sistema de la autoridad, del orden y el penitenciario. Se ha incrementado la sinergia entre una sociedad civil que va despertando, emergiendo, junto con las fuerzas armadas. Los índices de criminalidad, por tanto, han llegado a niveles mínimos. Algunos los consideran en cero. 

Como parte del proceso, y en esto una percepción empresarial fomentada por la administración de Bukele y su partido, la creación de una infraestructura más dinámica, que pone “pie en tierra” por lo concretable que la nueva circunstancia permite. Se está incrementando la planificación urbana y el entorno productivo, así como la implementación de nuevas tecnologías para la dinámica económica, la vigilancia social, la comunicación y los enclaves de intercambio comercial. Además se proyecta el desarrollo de sistema viales y de transporte, como el Tren del Pacífico que se planea atraviese el país completo. 

Hablamos entonces de un proceso mayor a lo que se ha manipulado mediáticamente. Porque trasciende al nivel del desarrollo económico que tanto se había afectado con la dominación del crimen organizado en todo el país. Las nociones económicas del proceso impulsado por Nayib Bukele perciben el desarrollo más allá del sentido nacional: hacia lo transnacional, con nuevas dinámicas tecnológicas aplicadas que más que aislar, conectan, crean convergencias de diversas zonas, potencias y relaciones comerciales. 

Y sí. Tal vez mucho pueda ser criticable. Pero a la inversa: se necesita la aplicación de un estado similar de mano dura en contextos de América Latina y otras regiones del mundo. Sobre todo en contextos como el mexicano, donde la criminalidad ya parece vivir e invadir desde lo más abyecto de la podredumbre social hasta el Palacio Nacional que mal gobierna todo. 

Se precisan líderes con mano dura que neutralicen a quienes atentan contra el ser humano, contra la sociedad y su entorno. Se requiere de un estado de excepción y no de una complicidad con el crimen organizado desde la fuerza y no la blandenguería.

Se demanda un proceso de purga total donde, quien atente mínimamente contra la vida de otro, sepa que ha perdido todo derecho y merece ser tratado como, quizá ejemplarmente, se está realizando en El Salvador por este movimiento de cambio hacia una realidad diferente. Lejos de tanta podredumbre humana que infesta esta América completa.

Este mundo en crisis, y uno de sus mejores ejemplos en el contexto de América es el caso mexicano, del que no escapa parte del contexto europeo desde su hipócrita política de inclusión, se escuda en muchos falsos derechos que terminan protegiendo más a quien atenta que a quien alienta la vida. Protege “en nombre” de esos derechos, manipulados convenientemente a través de los canales jurídicos de este podrido sistema, a bestias deshumanizadas, sin valor, que frenan la evolución social y cultural, son contra-natura y deberían desaparecer, no merecen el más importante de los derechos que tanto irrespetan: la vida.