Narcotráfico: El sexenio de la impunidad (parte II)
Tras más de cinco años de gobierno, el crimen organizado se ha entronizado y ganado más poder territorial en el país; se disputan los recursos naturales y desde hace varios años ya son gobierno en municipios y estados, lo que ha borrado casi por completo a lo que se llamaba la clase política. Ahora lo que impera es la clase criminal. La impunidad en el gobierno de la Cuarta Transformación es de tal magnitud que al menos 16 cárteles operan abiertamente y con impunidad: desaparecen, matan, imponen candidatos, cobran derecho de piso y trafican con todo tipo de drogas sin ser molestados. Así, en el gobierno de Andrés López Obrador el crimen ha vivido en un completo festín.
La ley del crimen
Lejos de ser combatido, el crimen organizado se posiciona en el país con mayor fuerza, pues el régimen de Andrés Manuel López Obrador carece de una política antimafia, lo que ha recrudecido la violencia a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.
Ahora que López Obrador cumplió cinco años en el poder, esta situación se recrudece tanto como la violencia. Y esto ha causado preocupación en Estados Unidos, tanto por la violencia recrudecida en Tamaulipas, sobre todo en el municipio de Reynosa, de donde es oriundo el exgobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca –rescatado y nombrado asesor de seguridad del Frente Amplio por México (FAM)– quien aún es investigado en Estados Unidos por sus nexos con el crimen organizado.
El narco y su influencia en la política es una realidad, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador no lo reconoce; es obvio que no hay combate de parte del Estado ni existe una estrategia criminal o antimafia.
La penetración del crimen organizado en el país es muy grave. El área de estudios municipales del Senado de la República alertó desde 2010 sobre la fuerte presencia de presuntos delincuentes que, desde diversos partidos, eran lanzados como candidatos a presidentes municipales, diputados locales y federales, entre otros cargos de elección popular.
Aquel estudio sostenía que más del 80% de los municipios del país eran gobernados, desde entonces, por personajes relacionados directa o indirectamente con alguna modalidad criminal: narcotráfico, secuestro, extorsiones, tráfico humano, por citar sólo algunas.
En los últimos diez años, la radiografía del crimen es realmente perturbadora.
Ahí siguen –intocables– Iván Archivaldo, Jesús Alfredo y Joaquín Guzmán López, los hijos de El Chapo que ahora encabezan el Cártel de Sinaloa, el más poderoso de los grupos criminales en América Latina.
Impune y sin mayores conflictos sigue operando desde el norte del país Ismael El MayoZambada, a quien la DEA considera el mayor capo de México.
Y de igual forma, Nemesio Oseguera Cervantes continúa expandiendo al Cártel de Jalisco Nueva Generación, el más beligerante.
Actualmente la guerra entre los cárteles se centra en Tamaulipas, Baja California y la región de El Bajío. Ahí, los enfrentamientos se presentan entre el Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación. En esta narcoguerra también se suma el Cártel Santa Rosa de Lima, fundado por José Antonio Yépez, conocido como El Marro, quien mientras estuvo en libertad construyó un verdadero imperio mediante el robo de combustibles –el huachicol–, los secuestros y las extorsiones.
De acuerdo con autoridades estadunidenses, que le han seguido la pista desde hace varios años, El Mayo Zambada suele financiar a organizaciones criminales para enfrentarlas con sus enemigos. El dato que se ha confirmado, por ejemplo, es que Zambada financió con dinero y armamento a Los Mata Zetas, que derivaron en el CJNG y han devenido como los principales rivales del Cártel de Sinaloa.
Los estados con mayor violencia son Michoacán, Veracruz, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa, Sonora y Guerrero. En este último estado operan varios cárteles que se disputan la llamada ruta del Pacífico.
No es todo: en los últimos diez años, la dinámica de los cárteles de la droga ha cambiado y se han convertido en verdaderas empresas del crimen con una veintena de actividades criminales –independientes del tráfico de enervantes– y su estructura también presenta modificaciones: ahora los cárteles se han fraccionado en células poderosas y violentas cuyos ramajes están enlazados con otros grupos criminales activos en todo el continente.