Guerrero, en el huracán de la violencia
(Parte II, final)
Seis son los cárteles que se disputan el control territorial en el estado de Guerrero, donde se viven días cruentos. La guerra entre el Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación sigue escalando al más alto nivel. A esta ola de violencia y muerte se han sumado Los Ardillos, el Cártel de Guerreros Unidos y Los Tequileros. Éstos últimos son quizá los más violentos y sanguinarios, a quienes se les atribuye la crisis de las desapariciones forzadas, los entierros clandestinos, las decapitaciones y el descuartizamiento de cuerpos humanos. Nada frena al crimen, ni la Guardia Nacional ni las Fuerzas Armadas, cuyos miembros parecen turistas y no combatientes de la criminalidad.
El crimen es la ley
Con una decena de cárteles en guerra por el control territorial, Guerrero es la cuarta entidad más violenta del país. Las autoridades estatales están rebasadas ante la ola criminal que azota al estado. Los cárteles siembran terror y ninguna autoridad pone freno al crimen organizado.
El nivel de violencia se exacerbó en 2021, a grado tal que el crimen organizado arremetió en contra de negocios tradicionales y de postín, como fue el caso de la discoteca Baby`O, a la cual le prendieron fuego y terminó incendiada.
Según Eduardo Cesarman, el dueño de la discoteca –una de las más famosas y lujosas del país, donde se daban cita artistas y empresarios de toda la República–, la reparación del inmueble se estimaba en unos 40 millones de pesos.
Después del incendio el crimen organizado exigió a otros negocios pagar “derecho de piso” para operar. Las autoridades vieron con sorpresa estas acciones, pero nada hicieron para detener a las bandas del crimen. El negocio es para todos.
No obstante que al menos la mitad del país está en crisis de seguridad, el presidente Andrés Manuel López Obrador reiteró que ese problema no se resolverá “haciendo la Guerra”. E insistió en que seguirán “combatiendo las causas”, aunque resulte una política fallida. ¿Pago de facturas?
Esto lo expresó a propósito de la violencia que azota a Michoacán, donde unos seis cárteles, entre otros el de Jalisco Nueva Generación, los Caballeros Templarios y Los Viagras están enfrentados por el control del estado.
En Michoacán –al igual que en Guerrero– las autoridades están enfrentadas por el control del territorio y los recursos naturales, como la minería, el litio, las zonas aguacateras, por citar sólo algunos negocios que son atractivos para los criminales.
Pese al elevado nivel de violencia, ni el Ejército ni la Guardia Nacional han podido detener la ola delictiva, sobre todo, porque tienen órdenes de no usar la fuerza. De esta forma, el país difícilmente podrá entrar en una etapa de pacificación, como lo prometió el mandatario al tomar posesión de la presidencia, en diciembre de 2018.
Territorio de guerras y muerte, Guerrero no encuentra la pacificación desde hace por lo menos dos décadas: el crimen organizado, con sus múltiples tentáculos, mantiene una abierta disputa por el control territorial, sobre todo la región productora de amapola, de donde sale la mayor parte de la producción de goma de opio (base de la heroína) que se consume en Estados Unidos.
Gobiernos van y vienen y la violencia galopa, impune, en todo el estado de Guerrero, donde actualmente operan al menos catorce grupos criminales, con sus ramificaciones, las cuales están vinculadas a los presidentes municipales, regidores, síndicos y comandantes de policías locales, convertidos en brazos armados del crimen organizado.
Aunque desde 2019 el gobierno federal incrementó la presencia de las Fuerzas Armadas en Guerrero, lo cierto es que los cárteles de la droga avanzan en el control de los territorios, desplazando a las autoridades, según reconoce la Secretaría de Seguridad Pública de ese estado.
Informes de inteligencia de la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana sostienen que en Guerrero el crimen ha ido ganando terreno en el control geográfico. El Cártel de Los “Ardillos”, por ejemplo, que hasta hace tres años sólo tenía presencia en los municipios de Quechultenango, Mochitlán, Tixtla, Chilapa y Olinalá, avanzaron hacia otras demarcaciones situadas tanto en la Montaña Baja como en la Montaña Alta.
Encabezados por los hermanos Celso e Iván Ortega Jiménez, “Los Ardillos” ejercen el poder criminal al extremo. De acuerdo con una fuente de la Fiscalía de Guerrero, quien pidió el anonimato, contra este grupo criminal existen unas veinte carpetas de investigación por tráfico de drogas, homicidios y extorsiones, pero se encuentran archivadas.
El poder del narcotráfico en Guerrero rebasa, por mucho, a las autoridades estatales. Y es que todo el territorio está invadido por células criminales. Un informe del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN) de 2018 reveló que en esa entidad operan más de 450 organizaciones criminales, entre cárteles y células.
Estos grupos, ligados a las autoridades municipales, caciques y policías, están diseminados por todas partes y su portafolio de actividades ilícitas es inmenso: trabajan con extorsiones, secuestros, cobro de piso, despojo de propiedades, venta de protección, piratería, contrabando, cobro de cuotas a negocios, comercio establecido e informal, cantinas, bares, burdeles y, como se hace lógico, también regentean a mujeres de la vida galante, quienes tienen que pagar sus respectivos impuestos al crimen para poder ejercer la prostitución.
Actualizado hasta 2020, el mapa de ubicación de los grupos criminales da cuenta de la alarmante expansión del crimen organizado en Guerrero:
–El Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), encabezado por Nemesio Oseguera, opera en veinte municipios.
–La Familia Michoacana, dirigida por los hermanos Johnny Hurtado Olascoaga, El Pez, y su hermano José Alfredo –éste conocido como El Fresa– controla diecisiete demarcaciones.
–Guerreros Unidos, uno de los más violentos, también está inmerso en la disputa territorial. Este Cártel fundado por Cleotilde Toribio Rentería lo encabeza El Sobrino (se desconoce su nombre verdadero).
–En el mapa criminal guerrerense también destaca el Cártel de “Los Granados”, dirigidos por Rubén y Salvador Granados Vargas. Su territorio abarca varios municipios de la Tierra Caliente.
–Los Rojos, dirigido hasta 2018 por Santiago Mazari, El Carrete –detenido en agosto de 2019 y sentenciado a 20 años de prisión en julio de 2023– opera en un radio de acción más amplio: además de Guerrero, su presencia se extiende hasta Michoacán, Estado de México, Morelos y la Ciudad de México.
–El Cártel Independiente de Acapulco (CIDA), cuyo control es fuerte en las costas, está encabezado por Irving Macedo Acevedo.
El grupo criminal con más antigüedad es la organización Beltrán Leyva, cuyas operaciones en Guerrero se conocieron desde 2001, poco después de la fuga de Joaquín Guzmán Loera del penal de Puente Grande, Jalisco.
En aquel entonces, la organización era encabezada por los llamados Tres Caballeros –Arturo, Alfredo y Héctor–, quienes construyeron un imperio criminal cuya base de operaciones eran los estados de Sinaloa y Sonora, y sus tentáculos se extendieron hasta Guerrero, Morelos, Estado de México y Michoacán.
En 2004, cuando Félix Salgado Macedonio era alcalde de Acapulco –hoy senador de la República y candidato de MORENA al gobierno de Guerrero, pese a tener dos acusaciones por violación– los hermanos Beltrán Leyva operaban en ese balneario. Su brazo derecho era Édgar Valdez Villarreal, La Barbie –actualmente preso en Estados Unidos bajo cargos de delincuencia organizada– y la principal guerra que enfrentaban por el control de la plaza era con Los Zetas.
Desde 2020 la guerra entre cárteles se ha agudizado en Guerrero, sobre todo, después de que el CJNG selló una alianza con “Los Tequileros”, otro Cártel poderoso, para enfrentar a La Familia Michoacana.
De lo anterior da cuenta un video difundido en enero de 2020, en el que un sujeto identificado como La Mula, líder de “Los Tequileros”, lanzó una advertencia para La Familia Michoacana y anunció su alianza con la organización que encabeza Nemesio Oseguera, El Mencho.
En la grabación, que dura un par de minutos a lo mucho, La Mula amenaza a uno de sus rivales, a quien llama El Zarco; también arremete contra El Médico, Francisco Maldonado Bustos, Don José, o gente de El Pescado, todos ellos relacionados con La Familia Michoacana.
Y es que La Familia Michoacana lucha por el control territorial, sobre todo en los municipios de San Rafael y Zirándaro, donde mantienen un cerco y ejercen constante terror en contra de la población. Esta zona está en disputa desde hace varios años entre La Familia Michoacana y el CJNG. Ni la presencia de la Guardia Nacional ha podido frenar la violencia.
Los Tequileros
El municipio de San Miguel Totolapan está considerado el más violento de la Tierra Caliente, Guerrero: pueblos enteros han sido abandonados por sus habitantes, consecuencia de la violencia exacerbada que ejercen los cárteles de la droga. Aquí la ley la impone el Cártel de “Los Tequileros”, organización delictiva que se caracteriza por su violencia extrema. Sus miembros son los más sanguinarios.
San Miguel Totolapan es uno de los municipios más pobres de esa región. Las autoridades del estado reconocen que algunas familias viven de la siembra y cultivo de amapola. Por eso el narco los mantiene capturados.
“Los Tequileros” tienen historia: surgió de una escisión que sufrió el Cártel Guerreros Unidos, una de las organizaciones más violentas que opera en Tierra Caliente y al norte de Guerrero. La disputa territorial de ellos es con el Cártel de la Familia Michoacana. Y los territorios que están en guerra son Ajuchitlán del Progreso, Zirándaro y Coyuca de Catalán.
El líder, apodado El Tequilero, trabajó con El Chente, líder de Guerreros Unidos hasta antes de su captura en 2014. Tras este hecho, se separó del Cártel y se independizó. Los tentáculos crecieron con cierta rapidez: de operar en San Miguel Totolapan y La Gavia, ahora controlan diez municipios.
De acuerdo con informes policíacos, se caracterizan por la amenaza. Extorsionan a los alcaldes de la región, explotan la industria del secuestro y para ello utilizan los servicios de su grupo armado –Las Fuerzas Especiales Tequileras– las cuales actúan ejecutando los plagios para luego cobrar los rescates. “Quien no paga, se muere”, es su leyenda.
“Los Tequileros”, de acuerdo con las autoridades, también operan con extorsiones, cobro de cuotas o piso. Explotan el terror a través de las redes sociales, mediante las cuales lanzan amenazas, exhiben videos de sus víctimas y presionan a sus familiares para que paguen los rescates.
Disponen de armamento de alto poder –entre ellos fusiles de asalto AK, granadas y pistolas de largo alcance– con los que mantienen bajo amenaza a toda la región.
Uno de sus crímenes más horrendos fue el de Carlos Salanueva de la Cruz, dirigente municipal del PRI en Ajuchitlán del Progreso: su cuerpo fue hallado completamente descuartizado. Junto a los despojos, un cartelón decía: “Esto les va a pasar a quienes apoyen a la FM [Familia Michoacana], atentamente, ‘El Tequilero’”.
El grupo criminal, según las radiografías criminales elaboradas por las autoridades de Guerrero, es uno de los cárteles más sanguinarios, pues no sólo asesinan: también decapitan, descuartizan los cuerpos y los desaparecen.
Así, Guerrero vive en la zozobra, entre la violencia del crimen organizado y las consecuencias de Otis, el huracán que azotó el territorio la madrugada del martes 24 de octubre de 2023 causando, en minutos, destrozos millonarios todavía irreparables.