Trump: De bala a misil mediático
El clásico puño de la fuerza, el “fist full of power” de la persistencia, la victoria posible, que indica estar por encima de la muerte y la derrota, convertir el revés en victoria –nos enseñaron a algunos–; todo eso y mucho más se desprende de esa robusta imagen que hoy se ha construido para Donal Trump.
Es inevitable la fuerza, negativa para muchos, positiva para otros tantos, de esta personalidad política del siglo XXI que en su inmenso ego se asume como “ave fénix” y se nos muestra en un resurgir de las cenizas políticas.
Pero Trump realmente no resurge, porque no fue incinerado por completo. En estos años se ha movido como “estrella antisistema” en diversos niveles, desde los bajos hasta los altos estratos. Y en eso ha demostrado tener su talento. Todo parece haber sido una pausa, un slump para ganar impulso, energía, para otro salto en medio de una circunstancia diferente por más crítica, tanto para su nacionalista territorio, como para sus vecinos igual de patrioteros y ante un mundo cada vez más globalizado tras los primeros años de la segunda década de este siglo XXI.
Es otro el panorama político de 2024, con mayores disoluciones entre lo que históricamente se entendía como izquierdas y derechas. Y este rubio Donald lo sabe.
Además, sabe que no encaja en los moldes tradicionales de la política de casa, ni de la que de modo convencional se estila internacionalmente. Porque es un “antisistema” real, no es un impostor en ese sentido, que pretende purgar el método de su imperio –como pionero hoy más evidente de esos nuevos modelos que practica desde el “todo vale”– en aras de ganarse, como buen populista, a la sociedad necesitada y enardecida, harta de lo mismo y muy aburrida de esta post-modernidad decadente.
Y hechos como el de este sábado 13 de julio lo catapultan, son el perfecto spot light que propicia “el cuarto poder” para la ascensión del héroe que ahora arenga: “Haremos que EEUU vuelva a ser grande”.
Los algoritmos de las redes siguen focalizados en este trágico suceso –cobró la vida de un seguidor del candidato republicano y otra persona se encuentra en estado grave, además de haberse derribado al agresor, según reportes oficiales sin más detalles hasta este momento–. Por centímetros no pasó el cráneo del expresidente y los servicios de seguridad desplegaron de forma impresionante su experticia.
Si fue un atentado, o parte de un circo como tanto se ha estilado en la vida política norteamericana, no se sabrá fácilmente. Todo es posible en una realidad política de tantos secretismos y puestas en escena. De ser lo segundo, fue de joyero el profesionalismo del performer –el presunto ejecutor del atentado–. Sea como sea, el “efecto lanzadera” ya está logrando su resultado y a la política del norte de América poco le importa lo que piensen fuera de su patio. Todo esto está diseñado para el inside. Lo demás es parte de un “daño colateral”, como gustan pensar ellos mismos cuando se trata de desestimar a otros.
Todo se mantendrá en la nebulosa y en la sobreinformación que satura. Pero la realidad es que el presunto atentado de este sábado 13 de julio de 2024 a Trump, en medio de uno de sus actos de campaña en Pensilvania, en cuestión de segundos disparó como un certero misil mediático a esta controvertida imagen de la política contemporánea.
Y eso, dio un resultado certero y rotundo.