WILFREDO PRIETO Y EL ROBO A MANO ARMADA
Este texto ha llevado un tiempo sin salir. Mas consideramos necesaria la publicación del mismo, pues en gran medida tributa a ese crítico que ha sido Héctor Antón Castillo, siempre fustigador de las imposturas en el arte y fomentador de un ejercicio del criterio que lo ha situado como uno de los más claros ejemplos de una real crítica de arte.
Su autor preserva el legado de Héctor Antón. Por lo que el texto constituye una continuidad de las tantas polémicas que ambos compartían como amigos, colegas, hermanos de principios. Valga entonces como otro necesario homenaje a la reflexión crítica, tan necesaria en medio de esta época infestada por lo pueril.
¿Cuál es la lente de enfoque único de Wilfredo Prieto?:
su cinismo seudo-internacional y su pretensión de descalificar
y desacreditar a los que se exiliaron […]
y a los que se oponen al gobierno de Cuba […]
Fernando Castro
Wilfredo Prieto es un creador visual contemporáneo cubano con una trayectoria internacional bastante visible desde hace varios años. Entre sus más recientes obras expuestas se encuentra la pieza “Piedra iluminada, piedra sin iluminar”, retitulada “Courtain”, en la 60ª Bienal de Venecia de 2024 y la instalación sonora “Síndrome de La Habana” realizada a dúo con el artista mexicano Gabriel Orozco en la 15ª Bienal de La Habana. A todo esto, le podemos agregar que se le contempló sirviendo mojitos unos pocos días antes del evento en Cuba, en Art Basel Miami.
Hasta aquí las cosas parecen supuestamente marchar bien para este autor multidisciplinario insular; pero lo cierto es que desde “Apolítico”, su primera obra conocida de forma mediática hace más de 20 años, hasta esta última pieza que realizó en colaboración con el mexicano Gabriel Orozco, siempre han existido poderosos rumores sobre piratería en torno a su producción plástica. Debatiremos aquí sobre tres casos bien investigados y comprobados de supuestas copias que apuntan a que pueda existir un modus operandi recurrente en toda su carrera artística.

El primero en el que nos detendremos es “An Oak Tree” de 1973, del artista conceptual irlandés Michael Craig-Martin, y de Wilfredo, “Vaso medio lleno” de 2015. La morfología de las piezas consiste en dos vasos de cristal que contienen una porción de agua y que reposan sobre una pequeña base fijada en una pared pintada de blanco, la base de Michel es de vidrio y la del cubano es de madera. Vayamos a la parte del suplemento filosófico, el primer artista teoriza de manera magistral sobre la naturaleza del recipiente y su contenido, afirmando que se ha trasmutado en un roble adulto, que el roble auténtico está corporalmente presente en la apariencia del vaso de agua. Cuando meditamos estas afirmaciones, rápidamente nos remitimos a la paradójica doctrina de la transustanciación y todas sus disquisiciones teológicas. En el segundo caso nos vemos envueltos en reflexiones muy elementales, como que si el vaso medio lleno significa lo positivo, o que medio vacío tiene una lectura fatídica, que si el agua que falta, porque falta, el vacío que se contrapone en la mitad ausente del líquido es la inexistencia y su contraparte el todo, que todo esto es según el punto de vista de quien lo mire. Al chocar con la tesis teórica de la obra del señor Prieto, nos indigesta la trivialidad continua de pensamiento y lo pueril e insignificante de sus argumentos, que parecen esgrimidos por un niño de cuarto grado de primaria.

La otra coincidencia es la instalación “Envoi 4” de 2010, de la artista visual española Elena Bajo, y la pieza “Un espejo y dos piedras” de 2011 del artista cubano. En el caso de Elena sólo hemos podido ubicar la obra física, desconocemos el statement que sustenta su arquitectura visual. Por eso tendremos que aplicar argumentos en torno a los dos trabajos conjuntamente. Hablamos de la materia y su figura reflejada en el espejo, de la dualidad del cuerpo y el espíritu y sus posibles connotaciones. Podemos decir que las formas en el espejo son más tangibles y opulentas de lo que parecen, en este caso la piedra puede ser tan auténtica como su reflejo. También el referente platónico de la caverna es apreciable a ojos vistas, la alegoría sobre la disparidad del mundo sensible y el inteligible, de cómo la visión de los hombres permanece distorsionada por la contemplación de las sombras reflejadas y de cómo muy pocos logran escapar para contemplar el exterior y la esencia pura de todas las cosas. Ahora bien, como idea primigenia para una obra es válida, pero como calco o repetición es totalmente fallida. El habilidoso Wilfredo, a fuerza de querer ser sagaz y querer pasar gato por liebre, termina siendo aquí el fantasma o el reflejo vacío del objeto, pero nunca logrará convertirse en la verdad misma.
Vamos al tercer y último caso documentado de las supuestas copias, la pieza cabeza de serie es “Slip inside this house” de 2005, del artista de origen francés Olivier Babin y la imitación es “Grasa, jabón y cáscara de plátano” de 2006. La escultura de bronce de Babin, ya desde el mismo título, nos remite al chiste inmemorial tan llevado y traído, a la broma cotidiana de poner una cáscara de plátano para hacer resbalar a los incautos con el único objetivo de provocar la hilaridad o el bullying. La obra de este francés se desliza con maestría por el tobogán de lo lúdico, del humor, y la desacralización de la industria cultural es la piedra angular de su modus dicendi estético. Se remite a la abstracción, al arte conceptual y al minimalismo para a través de analogías crear una especie de poesía sarcástica de la imagen y el símbolo. En el caso del trabajo de don Wilfredo, al tratar a la fuerza de parecer chistoso y de amplificar la broma, le suma grasa y jabón a la susodicha cáscara de plátano, pero en vez de risa nos provoca una vergüenza ajena. Toda la pieza se debate entre la impostura y la nada. La nada es la nada y la nada no existe.

La coincidencia visual de estas tres piezas está tan relacionada con las tres anteriores obras que casi no tiene ninguna discusión la copia física, no decimos aquí que sean exactamente iguales, pero sí afirmamos que son un refrito burdo de las originales. Algunos críticos apologéticos del simulador del pueblito Zaza del Medio han alegado, y todavía cacarean, que todo esto cae en el campo de la cita o de la apropiación, pero hasta un retrasado mental se da cuenta de que es un “robo a mano armada”.
Estamos hablando aquí del síndrome del descaro o el descaro del plagiador, porque de apolítico arribista se ha convertido en político oportunista y esa ha sido por desgracia la metamorfosis de Wilfredo Prieto; también podemos aseverar que la polémica a nivel viral es el ancla de la que se sostiene bien amarrado el cinismo de este artista interdisciplinario. Repite la misma maniobra del escándalo hasta el cansancio, porque ese es su método infalible, utilizar “el pobrecitismo” como un arma para engañar al circo romano del gremio. Este señor del lumpen tiene una enfermiza obsesión con lo internacional, con estar en el centro del escenario del teatro global con un seguidor apuntándole directamente a su cabeza. Se dedica a parlotear en entrevistas discursos sin sentido, dando opiniones donde el dislate y la pobreza de pensamiento son una ofensa continua a la ética, al conocimiento estético y a la libertad de expresión.
Casi todas las apariciones de este creador isleño en importantes eventos expositivos nacionales o del primer mundo, siempre terminan en una avalancha de burlas y ataques contra su nuevo trabajo expuesto, y yo llevo años preguntándome por qué… Porque es casual, por mala suerte o porque es una estrategia de campeón mundial de ajedrez. Este abanderado de la falacia se empeña siempre en aparecer en público y obligarnos a consumir un tipo de pieza visual vergonzosa y absurda. Son este tipo desacertado de obras las que denigran el conceptualismo como arte, creando una opinión nefasta y agresiva en las redes sociales contra el arte contemporáneo. Los descalabros mediocres de los atorrantes que buscan notoriedad y se agarran por los pelos de lo conceptual, siempre terminan embarrando de lodo el trabajo de verdaderos artistas como Félix González-Torres.
Wilfredo Prieto, lacayo de moda, embaucador servidor de mojitos en Art Basel, súcubo campesino, que se empeña en ir derrochando lentejuelas desde su pirotécnica presentación en la Bienal de Venecia hasta la Bienal de la Habana. Este estafador arribista ha terminado por convertirse en una marioneta política de la izquierda, que a duras penas se mantiene a flote en el mainstream como una burda caricatura de Maurizio Cattelan, porque siempre existirá un Cattelan y todo lo demás será una imitación muy trasnochada.
El día que se dejen de burlar con crueldad de Wilfredo Prieto, dejará de llamarse Wilfredo Prieto, porque los ataques hacia su propia obra son la base de la maquinaria para tener un ranking de cantante de reguetón. Este manipulador sin principios ha involucionado desde apolítico a ser un oportunista defensor del régimen cubano y sustituyó a Kcho hace “ratón y queso” como primera bailarina del Ballet nacional. Su enorme carretera en su natal Zaza del Medio, diseñada como el signo de lo infinito, es una inversión millonaria de perfección, que contrasta de manera penosa con los huecos de la autopista nacional.